Comunidad Ñamera

Tu nuevo Uñiverso

3. El Orbe y la Jungla – Anima Beyond Fantasy –

Ban Pelt y Einar iban delante, al fin y al cabo la oscuridad no les afectaba, y Vin marchaba detrás de ellos, a pocos metros. Avanzaban por la pasarela de piedra que llevaba hasta el torreón que debían explorar, veían la otra torre desde donde estaban era algo más pequeña que esa, pero no alcanzaban a ver a sus compañeros, si bien un ligero resplandor que se intuía por las ventanas daba a entender que sus compañeros estaban allí.

El arco de la puerta era grande, dos personas habrían podido pasar sin tener que apartarse un centímetro, aunque la piedra estaba ya algo corroída, y la mampostería se caía a trozos en muchos sitios. La piedra era de un color oscuro, del mismo tipo que del de la cueva, y probablemente, en otro tiempo habían excavado en la propia cueva para agrandarla y obtener material de construcción fácil, no debía ser sencillo bajar materiales hasta allí, era una forma inteligente de aprovechar los recursos disponibles, no cabía duda.

No quedaba rastro de la puerta más allá de unos trozos de metal oxidados que pertenecieron a las bisagras, si había sido de madera, se había podrido hace siglos. Los dos chicos entraron en la sala, pero la luz de la esfera que Vin había creado y que flotaba en el centro del techo de la cueva era muy tenue como para iluminar el interior de la sala, y no quería moverla de donde estaba, así que decidió crearse una más pequeña para sí misma. Aguardó unos segundos en la puerta, era un hechizo muy sencillo, y no necesitaba más que un par de segundos y algo de concentración. Extrajo de su interior la energía necesaria, el zeon, el combustible espiritual del que nutría la magia y las hechiceras y hechiceros de Gaïa, lo puso en su mano, por lo general era invisible, al menos en pequeñas cantidades, y le dio la forma deseada, una pequeña esfera blanca de luz, no más grande del circulo que podrías hacer con el dedo índice y el pulgar, pero era más que suficiente para iluminar todo a su alrededor en bastantes metros.

-Perdonadme, necesitaba algo más de luz –Se disculpó mientras entraba a la sala-.

-No pasa nada, pero no te quedes muy atrás –Le contrasto Einar-.

La sala era una completa ruina, el aspecto descuidado que ofrecía el edificio por fuera, bien se parecía al que tenía por dentro. Había solidas mesas de piedra por doquier, cubiertas de una cantidad de polvo y mugre asombrosa, incluso algunas de estas estaban pobladas por musgos y líquenes, sin duda alimentadas por la humedad del lago que había más abajo.

Ban estaba pasando la mano por las mesas, buscando rastro de cualquier cosa que pudiera haber allí, pero solo encontró trozos de herramientas y metales oxidados hasta lo irreconocible, habrían sido de buena calidad en su tiempo, pero ya eran inservibles en todos los aspectos. La sala tenía la pinta de haber sido alguna clase de taller, de metales, posiblemente, tenía la clásica distribución que podías encontrar hoy día en cualquier taller, con una sala amplia repleta de mesas de piedra y herramientas diseminadas por ella. Se preguntaron qué clase de circunstancias habrían llevado a las personas que habitaban allí antaño a haber abandonado todo eso.

Una vez minuciosamente investigada la sala, Einar se encargó de  que fueran muy meticulosos, decidieron subir a la siguiente planta. Las escaleras estaban en un estado bastante aceptable, teniendo en cuenta la sala que dejaban atrás, y no resultaba complicado subir.

La habitación a la que llegaron era exactamente igual a la que había debajo, salvo por que no había mesas en ella, solo polvo en el suelo, las piedras de la única ventana que había ofrecían un aspecto bastante precario, y había también restos de soportes para antorchas o lámparas por las paredes. Continuaron el ascenso hasta el siguiente piso, y una vez más se encontraron con una sala amplia y vacía, vacía salvo por una extraña figura oculta bajo alguna clase de sabana o tela.

Estaba algo carcomida y olía a moho, pero movidos tanto por la curiosidad como por su misión, decidieron retirar la tela. Tapaba una figura alta y voluminosa, mediría cerca de tres metros, pero cuando la descubrieron y vieron una armadura, de metal gris casi negro, toda ella de aspecto sólido, sin ningún resquicio entre sus piezas, y con un cuidado acabado mate, se preguntaron qué clase de persona, o ser, habría sido capaz de vestir eso.

Aunque no tuvieron mucho más tiempo para preguntarse nada, ya que para su asombro, la armadura empezó a tambalearse. El primer impulso de Einar fue pensar que la habían desequilibrado al examinarla y se estaba cayendo, así que se acercó a ella para intentar evitar que chocara contra el suelo, pero se arrepintió al instante, al ver que en lugar de caer como un ser inerte, el tambaleo de la armadura desembocó en esta adelantando un pie, como dando un paso, con el sonido metálico de las placas de la armadura repiqueteando. Movido por su instinto, se lanzó a un lado para evitar la embestida de la armadura, que además de los pies, había lanzado un brazo con intención de golpearle, los puños de esa cosa era como melones, y fácilmente podrían matar a una persona sin mucho esfuerzo.

-¡Cuidado! –Exclamó Einar mientras caía sobre su costado- ¿Qué diablos es esa cosa?

Vin retrocedió inmediatamente unos pasos, prefería estar alejada del combate directo ya que no era una combatiente nata, no en el ámbito físico al menos. Ban se descolgó el arco con la velocidad que le conferían sus años de práctica, e inmediatamente salió corriendo escaleras arriba.

-¿A dónde vas? –Grito Einar mientras se incorporaba y desenfundaba su espada, sin estar seguro de si podría hacer frente a aquella cosa. Había salido airoso de docenas de situaciones peligrosas, y a sus treinta seis años, era un hombre joven en la flor de la vida y con buena forma física y entrenamiento, pero aquel ser, fuera lo que fuera, se escapaba de sus posibilidades.

Alzó la espada para bloquear una acometida de la armadura, y la fuerza del impacto hizo que se le estremeciera el brazo, la fuerza de esa cosa era como la de diez personas. Aun así giro sobre sus talones y le asestó un golpe con la espada en una de las rodillas, intentando buscar algún punto débil en la coraza, pero no pareció producir mucho daño, ya que ni se inmuto ante su golpe.

Ahora se encontraba en una situación poco ventajosa, ya que había dejado uno de sus flancos desprotegidos, y el brazo de aquella cosa salió disparado, buscando su costado. Einar ya casi podía sentir sus costillas romperse cuando vio como en el casco de esta se incrustaron unos centímetros un par de flechas, Ban estaba otra vez en la sala sosteniendo el arco con una mano, y cargando más flechas con la otra. –Tenía que comprobar que el piso de arriba estuviera despejado –dijo Ban con expresión seria- si nos cogieran por la espalda estaríamos perdidos, pero no hay peligro, las escaleras están bloqueadas por escombros –Añadió mientras tensaba de nuevo el arco, apuntando-.

Vin apenas se había movido de su sitio, se encontraba con la mirada fija en su objetivo, y haciendo amplios movimientos con sus brazos, para algo simple como una bola de luz, apenas necesitaba moverse, pero magias más complejas, no era capaz de realizarlas son tener que gesticular para reunir el zeon requerido. Y ahora no estaba encargándose de iluminar unos cuantos metros, sentía que estaban en peligro real, e iba a intentar encargarse  de ello. Le dio forma entre sus manos, lo convirtió en luz, en energía, era un rayo luminoso capaz de dañar. Lanzó su descarga contra el enemigo, impactando a la armadura en medio de las placas del pecho, fue un destello que surgió de sus manos y viajó veloz como el viento.

La armadura se vio claramente afectada por el ataque de Vin, ya que en el lugar del impacto, el metal se encontraba abollado y con el tono rojizo del hierro candente. Einar se sorprendió por lo que acababa de ver, pero no tuvo tiempo más que para mirar a Vin de soslayo, ya habría ocasión de preguntar por lo que acababa de ocurrir, o eso intentaría.

Se encontraban metidos en una intensa refriega, la armadura era fuerte y robusta, pero Einar era ágil y rápido, y pudo esquivar la mayoría de sus golpes, con la ayuda de Ban y de las descargas de Vin, que sin duda eran lo que más afectaba a esa cosa.

Ban estaba totalmente concentrado en la armadura, podía sentirla ahí delante, igual que sentía que había algo que la movía, había algo de lo que surgía su poder, pero  no podía encontrarlo exactamente. Estudiaba cada placa, cada pieza y cada junta de la armadura, esperando encontrar algún hueco en ella, un punto donde la armadura fuer a más fina y vulnerable.

Y entonces lo vio. Levantó el brazo derecho para para golpear a Einar desde arriba, y pudo verlo, debajo del brazo, por encima de la placa que cubría el costado, en la axila de esa inexpugnable coraza, no estaba al descubierto, pero el metal ahí era fino, pudo sentir el punto del que surgía la fuerza de esa cosa, era del tamaño de una moneda, no sería un tiro fácil, pero lo había encontrado.

-¡Vuelve a hacer eso! –Dijo Ban mientras cambiaba de munición y sacaba una de sus flechas de mejor calidad, de las que eran capaces de dañar y atravesar armaduras-.

-¿El qué? –Jadeó Einar- Apenas puedo hacer nada más que bailar a su alrededor.

-Que te golpee desde arriba –Exclamó- tiene un punto débil bajo el brazo derecho.

-¿Qué locura es esa? –Preguntó Einar incrédulo mientras se apartaba de la trayectoria de otro golpe, este le había rozado, o tenia cuidado o le haría daño de verdad-.

-Es cierto –Dijo Vin con voz calmada- es una armadura animada, se mueve por medio de magia condensada en su interior, si se encuentra y destruye el punto del que nace esa magia, al armadura será solo trozos de metal inerte –Y finalizó la frase apretando los dientes, ya que acababa de lanzar otra descarga contra su enemigo-.

-Oh joder –Se lamentó Einar -está bien ¡Ven aquí maldito trozo de lata, te voy a patear hasta que te oxides! –Increpó Einar mientras alzaba los brazos para intentar llamar más su atención o enfadarla, si es que eso era posible.

Sea como fuere, no supo muy bien cómo, funcionó, y la armadura levanto otra vez el brazo para golpearle. Ban ya tenía el arco tensado, y pudo ver su objetivo un instante, corrigió ligeramente el arco y soltó la flecha. Al instante supo que había fallado, la armadura se había inclinado más de lo que esperaba, pudo ver como la flecha penetraba por debajo del brazo, y la escucharon todos golpear por dentro a la armadura, pero no había dado en el blanco.

-¿Lo has conseguido? –Preguntó Einar-.

No –Dijo Ban disculpándose y preparando otra flecha- he fallado por poco.

Einar continuaba delante de la armadura, seguía moviéndose velozmente para esquivar los golpes mientras esperaba tentarla para que le golpeara otra vez desde arriba. Pero en un mal paso, al esquivar un golpe lanzado desde abajo a la izquierda, tropezó con un saliente del suelo y cayó de espaldas al suelo la armadura había llegado a golpearle, no había sido muy fuerte, comparado con lo que esa cosa era capaz de hacer, pero había sido suficiente para dejarle sin aire en el pecho. Ahora se encontraba en el suelo, tirado sin escapatoria, no tenía tiempo de volver a levantarse, y su adversario estaba aprovechando para darle el golpe de gracia, alzando ambas manos por encima de la cabeza para descargarlas con toda su potencia sobre Einar.

No tenía otra opción más que rendirse ante lo inevitable, estaba acabado, durante unos instantes pasaron por su cabeza imágenes de las cosas que había vivido, y de aquellas que se arrepentía, como no haber llegado a encontrar nunca a sus padres, por los que se crio huérfano. Cuando vio los puños, enormes como dos rocas que se le venían encima, cerró los ojos, esperando lo que iba a venir.

Pero el golpe no llegó, de pronto escuchó un sonido como si algo golpeara metal a gran velocidad, abrió los ojos y vio como la armadura se había quedado congelada, a unos centímetros de él.  Se alejó un poco para ponerse en pie, y vio como Ban, que aún se encontraba cerca de las escaleras, le sonreía por debajo de la capucha.

-A la segunda va la vencida –Dijo mientras se acercaba a la armadura-.

-Por suerte –Respondió Einar –Eso ha estado muy cerca-.

Vin se aproximó con precaución a la armadura, que permanecía estática en la posición en la que había quedado al intentar atacar a Einar. Una vez destruida su fuente de poder, se había vuelto una armadura común y corriente, extremadamente grande, pero inerte. Acercó la mano a la armadura, y apenas la tocó, comenzó a desmoronarse y a convertirse en polvo y oxido, pasados unos segundos, no quedaba en el suelo más rastro de la armadura que un montón de lo que podría haber pasado por suciedad, eso y las dos flechas que Ban había disparado dentro de la armadura, aparentemente en buen estado, así que aprovechó para recogerlas y devolverlas al pequeño carcaj que llevaba al hombro. Habiendo dado la torre por explorada  tras su refriega con la armadura encantada, bajaron y se dirigieron al punto acordado para reunirse con sus compañeros.

-¿Qué fue lo que hiciste ahí dentro? –Le preguntó Einar a Vin –Veo que no te limitas a los juegos de luces.

-Puedo hacer mucho más que eso –Dijo Vin en voz baja y con la vista fija al frente –Eso era una descarga de luz, una especie de rayo de luz capaz de dañar, ni siquiera puede ser detenido por un escudo que no esté debidamente preparado contra lo sobrenatural.

-Bueno, me alegro de que estuvieras ahí para ayudarnos –Dijo Einar –Muchas gracias. Y a ti también Ban, me has salvado el culo con esa flecha.

-No hay de que –Respondió este-.

Recorrieron la distancia  a su rudimentario campamente mientras veían a sus compañeros volver de la otra torre que se habían dedicado a explorar ellos, y una vez que se reunieron todos, se pusieron al día de lo ocurrido.

-¿Habéis tenido problemas? –Les preguntó Longoaken –Nosotros nos hemos encontrado con algo de resistencia en la torre de allí –Dijo señalando hacia atrás con la cabeza-.

-No me digas mas ¿Una armadura gigante os ha atacado? –Dijo Einar de forma irónica –Esa cosa no ha supuesto demasiados problemas, entre todos pudimos acabar con ella, aunque el golpe que me ha dado me va a doler mañana –Añadió frotándose el pecho-.

-Por suerte Ban pudo ver donde tenía el punto débil –Señaló Vin-.

-Sí, toda una suerte –Continuó el Capitán –Debe ser alguna clase de medida de seguridad que dejo la gente que habitaba aquí, para que nadie pudiera adentrarse en sus edificios y robar sus secretos, pero el tiempo se ha adelantado a nosotros, ya no queda nada.

-Solo queda continuar nuestro camino –Dijo Wulffrith –La cueva continua por una gruta en el extremo opuesto al que entramos, deberíamos ir por ahí.

-A mí la pelea me ha dado hambre –Dijo Mizuka de pronto -¿Y si comemos primero y luego seguimos?

-Está bien –Accedió Longoaken –Pararemos aquí una hora para comer, descansar y recoger nuestras cosas, luego continuaremos como ha dicho Wulffrith.

Pararon y dieron buena cuenta de sus provisiones, salvo Wulffrith, que de nuevo no probó bocado, y Ban, que apenas comió un par de tortas de pan seco. Y una vez más, de nuevo descansados, cogieron sus mochilas y se acercaron al extremo de la caverna. Atravesaron una grieta enorme en la pared, que daba paso a un túnel que serpenteaba a través de la roca, con la oscuridad a sus espaldas ahora que Vin había hecho desaparecer la esfera de luz que había estado alumbrando la caverna, a Einar le empezaron a caer gotas de sudor frio por la frente, pero reprimió sus nervios y siguió avanzando junto al resto.

Todos iban en fila recta, formado igual que lo habían hecho hasta ahora, y Wulffrith guiaba a Rithiam, para que no perderle de vista mantenía siempre una mano sobre él, con aire paternalista, sobre la espalda o el hombro, y en un momento dado le pareció notar un bulto extraño en el hombro derecho del chico, aunque lo achacó a su ropa y no le dio importancia.

Tras avanzar durante un buen rato por el túnel, llegaron a su siguiente obstáculo, el techo del túnel desaparecía abruptamente en la altura, como si hubieran llegado a otra cueva de grandes dimensiones, pero de igual manera que el techo parecía desaparecer, así lo hacia el suelo, que de pronto se cortaba dando paso a un abismo interminable y del que no se veía el otro extremo.

Vin agitó los dedos e hizo aparecer de nuevo la pequeña luciérnaga con la que había iluminado el interior de la torre hace unas horas. Esta fue volando hasta el otro lado del abismo, hasta que llegó al otro lado, subió unos metros y serpenteo un poco por el muro hasta encontrar otro túnel al otro lado.

-Está a más de treinta metros –Dijo Ban –Y por encima de nuestro nivel, sería difícil llegar de un salto.

-Podría intentar ayudaros con mi magia –Se ofreció Vin –Aunque no estoy segura, somos muchos.

-Deberíamos intentar hacer un puente con algo –Dijo Wulffrith-.

-Si –Le respaldó Einar –Si Ban disparara una flecha con una cuerda a algo podríamos cruzar por ella.

Todos ellos estaban debatiendo como podrían cruzar el abismo que estaba en su camino, pero Rithiam estaba aburrido de oírles discutir, y estaba rondando cerca del abismo, lanzando piedrecitas con el pie a ver si las oía llegar al fondo cuando algo llamó su atención, a unos metros a la izquierda de donde estaba el túnel por el que habían llegado, y donde estaba el resto del equipo, había una enorme columna de piedra que llegaba hasta el techo, era más gruesa que el trocho de cualquier árbol que él hubiera visto, pero eso no fue lo que llamo la atención del chico, la Luz de Vin estaba sobre ellos, para permitirles ver a su alrededor, y arrancaba preciosos destellos blancos de algo que había en la base de la columna.

 Rithiam se acercó embelesado por aquel destello, como si fuera una pequeña urraca, y se arrodilló a los pies de la columna, había un cristal de algún mineral, probablemente cuarzo, sobresaliendo de la base de la columna, y era enorme, era casi del tamaño del antebrazo del chico, que inmediatamente sintió la necesidad imperiosa de llevárselo, lo agarró con su mano izquierda y comenzó a tirar con todas sus fuerzas.

Por más que se esforzara, el cristal no se movía un ápice, Rithiam seguía fascinado por su brillantes y pulidas caras, tenía seis, lo que lo convertía en una figura hexagonal y alargada, acabada en punta. Estaba decidido a llevárselo, tenía espacio de sobra en su bolsa para él, así que siguió tirando, hasta tal punto que incluso apoyó sus pies sobre la pared y siguió tirando. Llegó un momento en el que hasta su brazo derecho, siempre enguantado, se unió y agarró el cristal para tirar también.

Pasados unos segundos, el cristal se inclinó de golpe hacia abajo, y cedió, saliendo Rithiam despedido hacia atrás con su preciado botín en las manos.

Repentinamente, la cueva comenzó a estremecerse terriblemente, del hueco que antes ocupaba el cristal de cuarzo que Rithiam había arrancado, comenzó a surgir una grieta que recorría la columna por todo lo ancho. Grandes trozos de roca comenzaron a desprenderse por todas partes, y sin previo aviso, la columna comenzó a inclinarse como si fuera un árbol que acabaran de talar. Empezó a descender, cada vez más rápido, hasta que cayó estrepitosamente cobre el otro lado de la sima, formando un puente que ascendía desde donde estaba Rithiam.

De pronto todos se encontraban mirando a Rithiam, totalmente callados, y con las manos aun protegiéndose la cabeza, mientras este se apresuraba a guardar su trofeo en la bolsa.

-Necesitábamos subir, ¿no? –Dijo Rithiam intimidado ante las miradas del resto-.

Aceptando su suerte, cruzaron la columna que ahora les hacía las veces de puente, que resultó ser muy sólida y bastante segura, llegando así sin más contratiempos al otro lado, y al túnel que desde ahí continuaba bajando.

Habían perdido la noción del espacio hacia mucho, todos los túneles no hacían más que bajar, girar y subir, y no sabían muy bien donde estarían con respecto a la superficie. El túnel por el que se habían adentrado tras cruzar el abismo serpenteaba, igual que todos los demás, lo cual no ayudaba a la hora de orientarse, bien podrían haber salido de la isla y tener el mar sobre sus cabezas, que no lo habrían sabido.

De pronto, tras un giro, el túnel terminaba abruptamente, parecía que había habido alguna clase de derrumbe, por el aspecto que ofrecía el final, que eran más rocas enormes apiladas que una pared uniforme. Se habrían dado media vuelta a buscar otro camino, pero se fijaron, que de igual modo que la continuación del túnel se había venido abajo, el mismo sitio en el que las rocas que les cortaban el camino, habían atravesado parte del suelo, abriendo un paso hacia otro túnel que había unos cuantos metros por debajo y que avanzaba perpendicularmente al suyo.

El capitán fijó una pica a una grieta de la pared a modo de amarre y descolgó una cuerda por la que todos descendieron. De igual modo que el túnel del que venían estaba cortado, el que bajaron tenía uno de sus extremos cerrado por escombros, dejando una única posibilidad para avanzar. Sin embargo, había algo distinto en ese túnel, hasta ahora todo lo que se habían encontrado eran túneles oscuros y húmedos, como si se hubieran metido en la boca de algún monstruo colosal, en cambio, el túnel en el que estaban estaba algo iluminado por un resplandor que provenía de más adelante, y el ambiente era ligeramente cálido y agradable.

-Vosotros también lo notáis, ¿no? –Dijo Vin –De pronto hace calor y hay luz.

-¡A lo mejor hay un volcán allí delante! –Dijo Rithiam extrañamente entusiasmado-.

-Pues yo espero que no, y vamos a averiguarlo –Dijo Longoaken sombríamente –Porque esto no me gusta.

Avanzaron por el túnel, expectantes y en guardia ante lo que habría al final, ya que no veían más que el resplandor hacerse más y más intenso por una curva muy pronunciada que describía este hacia la derecha.

Llegaron al giro del túnel, y durante unos segundos quedaron deslumbrados, literal y metafóricamente. Ante ellos se habría una sala enorme, con las pareces decoradas por cientos de paneles de piedra negra, colocados en tono a un pedestal central formando un circulo. Y en el pedestal estaba la fuente de la luz, nunca habían visto nada así. En el pedestal, que tenía aproximadamente un metro de altura, y tallado en piedra negra como la de las paredes, se encontraba una esfera, aunque no se encontraba sobre él como tal, ya que se encontraba visiblemente flotando a varios palmos de él, completamente inmóvil, y brillando con una luz blanca tremendamente hermosa, como si de un sol en miniatura se tratara.

Se parecía, y a la vez era totalmente diferente a la esfera de luz que había creado Vin para iluminar la cueva, eso pudieron verlo casi todos. Irradiaba un aura de energía y de poder inmensos, y Vin no pudo sentir más que una cantidad de zeon y de magia que se salía por mucho de todo lo que ella conocía e imaginaba.

El único que no quedo tan deslumbrado como el resto fue Ban, sus ojos y capacidad de visión no podían ser afectados por la luz o la oscuridad. Pero menos deslumbrado aun quedó por su poder, lejos de ello, percibió el ki de esa esfera como algo tremendamente poderoso, más poderoso que cualquier ejercito junto que él hubiera visto, y eso hizo que un escalofrío le recorriera el cuerpo de arriba abajo.

El grupo entró a la cueva, aunque esta vez Ban se quedó algo rezagado del resto. El capitán les ordenó que esperaran cerca de la entrada, mientras recorría las paredes inspeccionándolas, que una vez más de cerca, habían resultado estar totalmente cubiertas de glifos y extrañas escrituras que no eran capaces de descifrar.

La sala era circular, con el pedestal en el centro, a casi quince metros de distancia, lo que hacía que la sala tuviera varios cientos de metros si querías recorrer las paredes, y Longoaken se lo estaba tomando con calma, parecía estudiar los símbolos con detenimiento, sacando de vez en cuando un librillo de un bolsillo lateral de su mochila para consultar o tomar notas.

Estaban todos cerca de la entrada a la sala, abrumados ante lo que tenían delante, admirando la belleza del orbe que flotaba en el centro de la sala, intentando descifrar el significado de los símbolos de las paredes desde la distancia, o simplemente respirando aliviados por dejar los estrechos túneles por un tiempo.

Pero Rithiam, como todo buen niño curioso, se empezaba a aburrir de estar quieto esperando cuando había una sala enorme y misteriosa con un orbe mágico como el de sus libros de aventuras en el centro por explorar.

Y decidió escabullirse un poco, -Solo un ratito chiquitito –Se dijo a sí mismo-. Para poder ver de cerca las paredes con su misteriosa escritura, que esperaba fuera mágica.

Pero Einar estaba alerta, y en cuanto Rithiam puso un par de pies fuera de su alcance le frenó con un grito – ¡Alto ahí muchacho! ¿A dónde crees que vas? -. Y se lanzó corriendo a por él.

Rithiam se lo tomó casi como un juego, había estado demasiado tiempo aburrido mirando tristes paredes de piedra como para desperdiciar la oportunidad de jugar a pilla pilla con los mayores.

-¡Ven aquí maldita sabandija! –Exclamó Einar mientras intentaba agarrar en vano el aire donde antes estaba Rithiam-.

Hasta tal punto Rithiam estaba sacando a Einar de quicio que Vin se unió a él para intentar frenar al niño, todo ello mientras Wulffrith los miraba y se reía discretamente.

Pero nadie había reparado en que Mizuka estaba extrañamente callada y quieta. La chica, que normalmente era dicharachera y alegre, estaba ahora quieta, completamente inmóvil, salvo por sus manos, que retorcían nerviosas el borde de su vestido. Sus ojos estaban completamente abiertos, ni pestañeaba, y también se mordía obsesivamente el labio.

Sentía sus dagas, dentro de ella, latiendo frenéticas, aquellas armas que le habían acompañado siempre y que habían segado vidas en su ciudad hasta ganarse un sobrenombre del que ahora intentaba huir. De niña las había apodado “Pena” y “Pánico”, y eran su primer recuerdo, siempre las había tenido. Eran casi una extensión de ella, como una parte de su cuerpo, y como tal no tenía problemas en ocultarlas dentro de su propio cuerpo, como un gato que mete y saca sus uñas, era otra de las habilidades que tenía, esconderse dentro de su cuerpo, atravesándolo como tu mano atravesaría la superficie de un lago en calma.

Sin embargo, había una terrible carga sobre ellas. A su capricho, como si de seres conscientes se trataran, eran capaces de tomar el control de su cuerpo, y desataban en ella una furia asesina irrefrenable. Eso le había salvado más de una vez la vida, su ciudad no era precisamente un campo de flores y buenos samaritanos, más bien se trataba de un agujero maloliente lleno de gente de la peor calaña. Pero estas armas le habían impuesto otra terrible maldición, en las ocasiones en las que se había visto obligada a defenderse, el simple acto de derramar la sangre de sus agresores, liberaba la misma furia asesina de las dagas la controlaba e impedía que pudiera dejar de atacar de forma descontrolada, siendo un impulso casi imposible de controlar.

Cientos de veces había intentado deshacerse de ellas durante su infancia, pero Pena y Pánico siempre volvían ella, hasta que se había dado por vencida.

Y ahora se encontraba en aquella sala de paredes negras, totalmente quieta, intentando reprimir por todos los medios aquella sensación que llenaba su interior.

Pero no pudo.

Sin darse cuenta casi, sus pies, sus manos, su cuerpo salió disparado, como una flecha, y sigilosa como nadie se abrió paso por la sala, durante un segundo se sorprendió, le daba miedo haber atacado a uno de sus compañeros, sin embargo las dagas tiraban de ella hacia otra parte, hacia el orbe.

Y aquello también la asustó terriblemente, pero no pudo hacer nada por evitarlo, saltó y alzando ambas manos, se lanzó sobre el orbe con las dagas por delante e intención asesina.

-¡NOOOOOOOO! Exclamaron todos al unísono, incluido el capitán, cuyo grito fue el más desgarrador de todos-.

Y un instante antes de que el filo de las dagas tocara la brillante y pulida superficie de la esfera, esta emanó una luz tan brillante y densa que parecía que era el propio orbe que se expandía, tragándose a Mizuka.

La luz se expandió más, cada vez más rápido, hasta que todos desaparecieron de la sala tragados por ella. Entonces retrocedió de nuevo y la sala quedo como estaba antes, como si volviera a estar vacía, y nunca nadie hubiera entrado jamás.

Y todo se apagó.

De pronto sintieron un calor húmedo bastante desagradable, casi sofocante, estaban tirados en el suelo, habían perdido el conocimiento quien sabe durante cuánto tiempo, y no había piedra bajo ellos, si no tierra y plantas.

-¿Dónde diablos estamos? –Dijo Einar incorporándose, y viendo para su sorpresa y alivio, que estaban en una especie de bosque o jungla, al aire libre-.

-¿No lo sé? –Dijo Ban mirando al cielo entre las copas de los árboles que les rodeaban, estaba atardeciendo –Pero nunca había visto  esas constelaciones.

-¿Y dónde está el Capitán Longoaken? –Dijo Vin preocupada-.

 

Imagen del encabezado: Mizuka Bloodfallen por @DraveCroft, muchas gracias!

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