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Nosferatu

(Hablemos de lo gótico y los vampiros de verdad)

Envuelto en mi manto de sombras, el pasado 25 de diciembre, fui conjurado para presenciar el estreno de la película“Nosferatu” de Robert Eggers. Harto de los desenfrenos navideños, crují mis antiguos huesos, esperé que la noche triunfe sobre la luz del día y furtivamente deslicé mis espectral silueta entre penumbras llegando a ese templo llamado Cine. Allí a pesar de todo el brillo de la modernidad, lo oscuro aún sigue conservando el poder de proyectar fantasías en los lienzos de las pantallas.

Pasado un tiempo de aquella experiencia, he notado que hay muchas opiniones contradictorias a cerca de semejante creación. YO el Ente morador de lo oscuro, he decidido pronunciarme y trazar palabras humanas, buscando esbozar mis reflexiones a cerca de dicha obra.

Tal vez muchos mortales crean innecesaria una versión nueva de Nosferatu, que no tiene nada nuevo que contar. Es difícil olvidar la altura del listón que nos ha dejado la ya centenaria obra original. Comprendo que a los mortales lo antiguo, lejano, lo creado en épocas pasadas con frecuencia sabe mejor, más he de romper mi ensangrentada lanza a favor de la versión moderna.

Trata de una carta de amor a la arcaica mitología vampírica, una de amor, miedo y soledad, de ciencia en oposición a lo mistérico.

Por medio de un ambiente gótico nos quiere contar sobre sueños, sonambulismo, locura, amor y maldad.

El núcleo que me generó satisfacción real ante esta historia fue ¡Lo gótico! Y no el término gótico del cine moderno, que viene siendo un culto a lo únicamente estético, si no a todo lo que esa vertiente artística acarrea.

¿Qué es lo que busca una historia gótica?

La época gótica es la poetización desmembrada de ensoñaciones, reflexiones a cerca del alma, espíritu, de resaltar contrastes, ya sean sociales, morales o ideológicos. Una narración de este género, lo único que garantiza es la muerte, más no la mundana; se trata de un tránsito dentro del cual nacemos para saber morir, y la vida viene a ser como el opuesto directo de la eternidad. Una era en la que la reflexión ante el materialismo y divino danzan entre desenfrenados goces terrenales junto a las más puras aspiraciones corpóreas y pasionales.

Para esbozar todos los recursos expresivos que los actores han sabido esbozar, desde histrionismos, hipérboles emocionales y criticas sociales de la era a la que arrastra el relato de modo totalmente impúdico. Nosferatu es eso, los vampiros son guardianes de los inefable, insaciables e impúdicos, eso se nota en esta versión. Un vampiro no nos seduce por su ternura, si nos por su don de despertar bajos instintos, todo lo primitivo, lo que horroriza y que habita en los humanos. Ellos, los mortales, intentan luchar contra eso por medio de la razón y la fe (aunque sea algo contradictorio), mientras aceptan una realidad de si mismos que no desean recordar.

El desarrollo narrativo ha sido complementado visualmente con una fotografía discretamente pulida, siendo es el plato fuerte, sirviendo de elegante fuente meticulosamente diseñada para transmitir emociones y sensaciones de personajes confluyendo entre luces y sombras. La simetría reina en muchos fotogramas dibujando el ambiente de su universo, provocando una sensación de expectación e incomodidad.

Robert Eggers y su director de fotografía (Jarin Blaschke), no han temido implementar recursos tecnológicos totalmente innovadores para hacerla una experiencia elocuente, desvelando más detalles de cada personaje sin abandonar su estilo. Tal vez muchos humanos esperaban claro oscuros con rojos (asociado con lo gótico, tonos rojos y negros chocando en sus retinas), más los vampiros son seres de las sombras, y el humano es el portador del fuego (símbolo de conciencia), es el único rojo que veremos en la película. Así que es una película más que correcta.

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